martes, 9 de octubre de 2007

Gente coñazo.

Tengo un compañero que es de naturaleza pesada. Complicado hasta puntos inimaginables y con una gran capacidad para añadir un halo de misterio a las cosas más dispares, de modo que cada una de ellas para él, se convierten en asunto de estado.
Es un negociador nato, con talento para vender y comprar en las mejores condiciones, pero que lo convierte en alguien de difícil trago cuando tratas con él. Egoísta y manipulador, pone por encima de todo, su criterio y sus necesidades o caprichos hasta el punto de que te parece que realmente está sordo, pero no es así, se hace el sordo, nada más.
Es caprichoso, ciego, sordo, egoísta, pesetero, inconsciente y rematadamente arcaico. Le encanta la opulencia y la apariencia, lo que en mi modesta opinión es penoso. Sin embargo se anula cuando su mujer está con él hasta el punto de permitirle coartar su propia libertad individual.
Como digo es penoso que uno se anule ante su pareja y aunque siempre hay un elemento dominante en una relación, para que ésta fluya de manera adecuada y democrática los dos individuos deben tener el mismo peso específico. Claro que me olvido que éste en particular no es demócrata si no más bien autócrata. Pero todo eso se pierde cuando su mujer está por medio, él desaparece y ella se pone los pantalones.
¿Paradójico verdad?, pues éste comportamiento de dictador en la calle, calzonazos en la casa, es tan asombrosamente común que petrifica el hecho de que no se vea a simple vista.
Por eso yo me quedo con lo sencillo y lo que realmente puedo asumir. Básicamente el hecho de que todos somos diferentes, gracias a Dios, y que todos somos inaguantables, ¿o creen ustedes que yo a él le caigo mejor que él a mí?.